Hacer libros



“Hacer libros. Una dicha equivalente a los amores de la adolescencia, en las tardes de campo, a la lírica estrellación de las noches de verano. Hacer libros… Si yo me quedara pobre del todo alguna vez, sería –con mi misma alma, claro está– rejente de imprenta con baño, o contador de papel blanco, o encuadernador. Así podría soñar hasta con las manos, todo el día, en un taller que tuviera grandes ventanas al cielo y mucho papel blanco y letras latinas… Sobre todo letras latinas. Esas ‘erres’, esas ‘os’, esas ‘jes’ maravillosas… sobre el papel blanco, blanco… ¡Trabajo dulce, cotidiano!”

Juan Ramón Jiménez

Foto de Bernard Hoffman (1941).

Daifuku chō




Daifuku chō: Libro de cuentas. Tipo de registro muy utilizado en el periodo Edo (1603-1868) como diario de viajes, registro de huéspedes en las posadas y, en especial, como libro de cuentas de los comerciantes. Se le denomina así porque en la cubierta figuraba habitualmente la inscripción daifuku, o ‘gran fortuna’, que expresaba la aspiración de prosperidad de los mercaderes. Los registros se ensartaban con un largo cordel para que en caso de incendio pudieran agarrarse con facilidad y ser arrojados a un pozo cercano para, más tarde, poder rescatarlos sin daños.

Sobre esta modalidad de encuadernación, véase La encuadernación japonesa. Instrucciones de un maestro artesano, de Kōjirō Ikegami (Madrid, Clan Editorial, 2011, pp. 96-98).

Hosho




“[...] lo único que nos inspira el papel de Occidente es la impresión de estar ante un material estrictamente utilitario, mientras que sólo hay que ver la textura de un papel de China o de Japón para sentir un calorcillo que nos reconforta el corazón.  A igual blancura, la de un papel de Occidente difiere por la naturaleza de la de un hosho o un papel blanco de China. Los rayos luminosos parecen rebotar en la superficie del papel occidental, mientras que la del hosho o del papel de China, similar a la aterciopelada superficie de la primera nieve, los absorbe blandamente. Además, nuestros papeles, agradables al tacto, se pliegan y arrugan sin ruido. Su contacto es suave y ligeramente húmedo como el de la hoja de un árbol”.

Junichirō Tanizaki
El elogio de la sombra
27ª ed., Madrid, Siruela, 2011, pp. 27-28.