Invectiva contra el brillo



“Si se han visitado algunas bibliotecas, particulares o públicas, y un número suficiente de librerías de nuevo y de viejo, y, claro, si se está familiarizado con los libros que se han editado en este país, únicamente por los lomos de los libros, de un golpe de vista, se tendrá una idea aproximada del conjunto, al menos en bibliotecas con libros de los dos últimos siglos, desde que las lomeras empezaron a tener su importancia tipográfica. Bastarán unos segundos para saber si lo que ahí se ha juntado es o no de nuestro interés. ¿Cómo? En cierto modo por ósmosis, pero también por el brillo y los lomos.
El brillo es delator, los colores también. El brillo aparece en los libros más o menos por las mismas fechas que el  nailon, los platos de duralex y los sputniks. Así pues, una biblioteca sin brillo es una biblioteca anterior a 1950.
Los libros, y las bibliotecas, cambiaron de fisonomía en el momento en que no hizo falta llevarlos al encuadernador. Externamente los libros han experimentado tres grandes revoluciones. El día que la piel bruñida y jaspeada de las encuadernaciones de pasta sustituyó al pergamino blanco y la vitela que había campado del siglo XI al XVII. La segunda sobrevino cando los libros en rústica empezaron a hacer innecesarias las encuadernaciones de piel, y, por último, la revolución más agresiva sobre el ecosistema bibliográfico: cuando empezaron a plastificarse las camisas y cubiertas rústicas de los libros. Eso levantó una gran muralla entre los libros de brillo (modernos) y los sin brillo (antiguos).
El brillo ha sido la última plaga de los libros, una fiebre más persistente que otras que nacieron con ella y que los atacaron igualmente, por dentro o por fuera: el plexiglás, el guáflex, el papel ácido, materiales que tendrían en otros órdenes de la vida doméstica sus correlatos: el duralex, la formica, el linóleo, el tergal… Las  ventajas del plástico (conservación a prueba de baqueteos y devoluciones) sobre la vieja estética del libro han prevalecido durante casi medio siglo.
El brillo es consecuencia de los barnices y el plastificado, al mismo tiempo que preserva el papel de la suciedad, realza los colores y alarga su vida, al menos durante un tiempo, condenándolo luego a una existencia barata, sucia y andrajosa, pues nada envejece peor que el plástico. Sabiéndolo, los editores han dado a los libros el mismo tratamiento gráfico que a otros muchos objetos de consumo, de mercado. La literatura como mercado. Las bibliotecas actuales se caracterizan en su mayor parte por una tonalidad chillona y estridente, como la misma sociedad moderna lo es, acuchillada por todos lados de ruidos indeseados o tabarras eléctricas más o menos pegadizas”.

Andrés Trapiello
Tipografía moderna. Tipografía y literatura  en España 
(Campgràfic, 2006)
 

Cajita Valle-Inclán


"Mis sentidos tornan a ser infantiles,
tiene el mundo una gracia matinal,
mis sentidos como gayos tamboriles
cantan en la entraña del azul cristal."