Esfinges de acero, de Ortega Munilla
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Una curiosidad: Quería conservar las cubiertas originales en el reencuadernado. Al separar la posterior del cartón, me llevé una sopresa. ¡Apareció el mismísimo Napoleón Bonaparte! Se trataba de una reproducción del retrato del emperador que le hizo Emile-Jean-Horace Vernet. Al parecer, la editorial había reutilizado el papel de una publicación anterior. Con más motivo después del descubrimiento, decidí que allí se quedaba Bonaparte, cerrando el libro de Ortega Munilla; pero, por respetar el sentido original de la contraportada en la que únicamente constaba el precio original del ejemplar (dos pesetas), está cabeza abajo. Así es el purgatorio en el que pena:
Abstracción 'avant la lettre'
“Tras abrir el libro se produce una
sorpresa inesperada al encontrarnos con las guardas […], cuyo uso se generaliza
en Europa desde el siglo XVI, aunque su origen haya que buscarlo en Extremo
Oriente algunos siglos antes. […]
Aunque algunas guardas representan
motivos de carácter figurativo, lo más frecuente es que ofrezcan formas
abstractas. La guarda contiene formas,
líneas y colores que le proporcionan una imagen particular de gran
originalidad. Es una imagen propia y específica de la encuadernación que se
acentúa por el hecho de que el encuadernador selecciona de forma más o menos
aleatoria y de acuerdo con las dimensiones del libro, un fragmento de la
guarda. A diferencia del jaspeado, en que se imitan o emulan las formas del
jaspe, las guardas no imitan ningún motivo. Sus formas son autónomas, aunque no
siempre las guardas utilizadas en los libros tengan este sentido. Aunque cada
una sea independiente e irrepetible, algunas, como las de peines, por la
reiteración de los motivos se convierten en formas que son representaciones de
sí mismas.
Las guardas no son un ornamento debido
a que no contienen un motivo decorativo aplicado a un objeto, como puede ser el
mosaico o los dorados del lomo y las tapas. Son formas autónomas y específicas
de la encuadernación que no han sido ‘aplicadas’ a las primeras hojas del
libro. Las guardas constituyen una de las primeras realizaciones en las que la
forma no se aplica como una decoración a un objeto, como la ornamentación a la
arquitectura, la cenefa que enmarca un tapiz, la bordura de una vidriera o el
dorado de las tapas del libro. Las guardas son hojas de papel realizadas
independientemente y de forma separada del libro que luego se integran en este.
Son el ‘telón teatral’ que abre y cierra la representación del libro. Es un
telón sin nada escrito en él que colabora a la creación del ritual en torno a
esa representación que es la lectura.
Las guardas de la encuadernación
tienen gran importancia al ser un precedente y una realización avant la lettre de lo que desde 1910
conocemos como abstracción, inventada por Kandinsky, en cuyas primeras
realizaciones el objetivo era experimentar al margen de toda referencia a la
representación”.
Víctor Nieto Alcaide
“La encuadernación, lenguaje artístico”
Grandes
encuadernaciones en las Bibliotecas Reales. Siglos XV-XXI
(María Luisa López-Vidriero, dir.)
Madrid, Patrimonio Nacional y Ediciones El Viso, 2012, pp. 47-49.
(María Luisa López-Vidriero, dir.)
Madrid, Patrimonio Nacional y Ediciones El Viso, 2012, pp. 47-49.
Carnalidad
“Arañadas tapas
de un verde ajado, como de un terciopelo muchas veces expuesto a la luz.
Tapas del color
del tabaco. Y del de los corales de las islas Filipinas.
Tapas del color
de la luz del atardecer en Nueva Inglaterra –mis otros veranos–.
Tapas con olor a
cobalto, a moho dulce, a gusanos de seda, a madreselva, a coñac, a tierra
mojada.
Tapas estampadas
con dos líneas en oro desvaído, en azul Prusia, en blanco sucio de nieve.
Los libros de
tapas de cartón forradas con telas y libros de tapas flexibles para los días de
tren o playa.
Libros en
miniatura (los poemas de Verlaine) y libros gigantescos (algunas novelas de
Balzac).
Libros que
podrían sujetar un edificio entero (por lo que dicen y cómo lo dicen).
Ningún libro
malo entre tantos libros”.
Mary Ann Clark Bremer
Una biblioteca de verano
(Periférica, Cáceres, 2012, p. 32)
Cuaderno de sensaciones (nocturnas)
Ahí vive Cuaderno de sensaciones, esperándome cada noche para que le
cuente cómo es la vida. Él interpreta bien mis garabatos, a veces los
vuelve del revés y lo que una noche pensaba que era la tristeza, por la
mañana se convirtió en nuevas oportunidades de afrontar el día.
Hacer libros
“Hacer libros. Una dicha equivalente a los amores de la
adolescencia, en las tardes de campo, a la lírica estrellación de las noches de
verano. Hacer libros… Si yo me quedara pobre del todo alguna vez, sería –con mi
misma alma, claro está– rejente de imprenta con baño, o contador de papel
blanco, o encuadernador. Así podría soñar hasta con las manos, todo el día, en
un taller que tuviera grandes ventanas al cielo y mucho papel blanco y letras
latinas… Sobre todo letras latinas. Esas ‘erres’, esas ‘os’, esas ‘jes’
maravillosas… sobre el papel blanco, blanco… ¡Trabajo dulce, cotidiano!”
Juan Ramón Jiménez
Foto de Bernard Hoffman (1941).
Daifuku chō
Daifuku
chō: Libro de cuentas. Tipo de
registro muy utilizado en el periodo Edo (1603-1868) como diario de viajes,
registro de huéspedes en las posadas y, en especial, como libro de cuentas de
los comerciantes. Se le denomina así porque en la cubierta figuraba
habitualmente la inscripción daifuku, o ‘gran fortuna’, que expresaba la
aspiración de prosperidad de los mercaderes. Los registros se ensartaban con un
largo cordel para que en caso de incendio pudieran agarrarse con facilidad y ser arrojados a un pozo cercano para, más tarde, poder rescatarlos sin daños.
Sobre esta modalidad de encuadernación, véase La encuadernación japonesa. Instrucciones de
un maestro artesano, de Kōjirō Ikegami (Madrid, Clan Editorial, 2011, pp.
96-98).
Hosho
“[...] lo único que nos inspira el papel de Occidente es la impresión de
estar ante un material estrictamente utilitario, mientras que sólo hay que ver
la textura de un papel de China o de Japón para sentir un calorcillo que nos
reconforta el corazón. A igual blancura,
la de un papel de Occidente difiere por la naturaleza de la de un hosho o un papel blanco de China. Los
rayos luminosos parecen rebotar en la superficie del papel occidental, mientras
que la del hosho o del papel de
China, similar a la aterciopelada superficie de la primera nieve, los absorbe
blandamente. Además, nuestros papeles, agradables al tacto, se pliegan y arrugan
sin ruido. Su contacto es suave y ligeramente húmedo como el de la hoja de un
árbol”.
Junichirō
Tanizaki
El elogio
de la sombra
27ª ed., Madrid, Siruela, 2011, pp. 27-28.
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