“[...] lo único que nos inspira el papel de Occidente es la impresión de
estar ante un material estrictamente utilitario, mientras que sólo hay que ver
la textura de un papel de China o de Japón para sentir un calorcillo que nos
reconforta el corazón. A igual blancura,
la de un papel de Occidente difiere por la naturaleza de la de un hosho o un papel blanco de China. Los
rayos luminosos parecen rebotar en la superficie del papel occidental, mientras
que la del hosho o del papel de
China, similar a la aterciopelada superficie de la primera nieve, los absorbe
blandamente. Además, nuestros papeles, agradables al tacto, se pliegan y arrugan
sin ruido. Su contacto es suave y ligeramente húmedo como el de la hoja de un
árbol”.
Junichirō
Tanizaki
El elogio
de la sombra
27ª ed., Madrid, Siruela, 2011, pp. 27-28.
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