En el número 7 de la revista Jot Down, especial Derribando mitos, cizallo las barbas de una mentira. Este es el arranque:
"Dicen que el libro es un artilugio perfecto. Insisten en que no hay,
ni habrá mañana, invento que supere su eficaz diseño. La salmodia
quisiera conjurar al diabólico electrónico, pero él ya ha echado al
mundo el kindle que pronto cumplirá sus
designios y, profundamente aburrido, se entretiene matando píxeles con
el rabo. El rezo, inútil exorcismo, comienza a sonar a réquiem, monódico
como el gregoriano y patrañero como el sermón del sacerdote sin fe y
sin teología. Habrá que cizallar, so pena de pasar por heraldos
luciferinos, las barbas de la mentira. El libro no es un artefacto
perfecto, no, desde luego, tal y como hoy se nos presenta con una
frecuencia que ha conseguido anestesiar nuestro espanto. Sucede con
alevosa reincidencia: los editores perpetran portadas plastificadas de
un feísmo cumplido y despropósitos tipográficos que lastiman los ojos;
las revistas de poesía se imprimen en papel satinado de rígido gramaje,
impermeable a los versos y a las yemas de los dedos, y las diputaciones
provinciales y otros mausoleos corporativos financian horripilantes
engendros. Son, sin embargo, naderías, escrúpulos que hacen olvidar las
fallas primordiales: los libros acostumbran a estar mal armados,
pésimamente construidos. Se ha olvidado y despreciado la perfección de
la factura, herencia de la sabiduría artesana en el que cada elemento
tiene una función y la verdad inapelable de la función redunda en el
embellecimiento del objeto".
No hay comentarios:
Publicar un comentario